En el Centro de Creación Artística Carlos Álvarez Novoa sito en la localidad de La Felguera, el pasado día 17 de septiembre, acudí con enorme expectación a la inauguración de la exposición fotográfica TUMISU. El autor: Jorge Alonso Molina.
Sobre las 12:00 horas, un grupito de personas, entre las cuales me incluyo, aguardábamos en la acera el instante en que diera comienzo la exposición. Unos charlaban, otros se daban besos en las mejillas, por aquí y por allá sonrisas, vamos, la mezcla de actitudes propias de estos eventos.
Casi de golpe, la gente comenzó a bajar los escalones que dan acceso al interior del Centro de Creación precipitadamente, como si temiera perderse el pincho de tortilla y la botella de sidra que no había en la sala.
La emisión del acto ha comenzado, pero todavía no capto lo que se va a desencadenar. Quizás un viaje de exploración hasta los confines históricos del autor.
Quizás…
En Tumisu, Jorge emplea de manera consciente diversas técnicas para obtener una imagen final. Esa imagen es por tanto la comprensión consciente de su mundo. Un mundo que evoluciona en respuesta a las cambiantes realidades de las sensaciones y sentimientos que experimenta.
En todo principio siempre hay una magia inherente. En la obra, esa magia se aprecia en la capacidad de observación del entorno y su posterior descripción del estado mental y natural de los humanos. No hay como en los cuentos moralejas ni respuestas más allá de lo social a modo de los relatos de Chejov, pero sí un cierto aire irónico.
Imágenes en movimiento. Simbolismo saciado en las fuentes del deseo, edificado sobre los miedo y las esperanzas. Conflicto entre dos visiones. Una guardando los valores que dan sustancia a la vida, la otra, el modelo trascendente–religioso, poético–que promete una transformación a futuro (tras la muerte). Sueño y realidad en guerra al modo del pintor James Ensor mostrando el tumulto impetuoso de las luchas internas, y también la pérdida de la inocencia (Gaugain).
Simbolismo y plasticidad.
La hechicería es un culto deliberado descendiente de los dioses paganos, por lo que no estamos a salvo de ser hechizados. En Tumisu me topo con la interrogación de ¿acaso no todos los cultos son paganos?, y de seguido, como si fuera una mariposa revoloteando en un campo de amapolas, una referencia a fuerzas anónimas, especie de magia difusa, origen de toda acción. El Mana polinesio.
Quizá esté resultando un blasfemo, pero es que se dan las circunstancias
adecuadas para ello. El conjunto de la obra se alza como garante del valor del intercambio cultural, bien de manera directa o indirecta. No significado el proceso de intercambio como de mercantilización donde el valor uso es la fuente del posterior lucro, sino como muestra de las consecuencias de las relaciones culturales entre lugares y personas distantes entre sí.
Trueque…ritual cotidiano externo a nosotros en apariencia. Lazos inconexos que
son transformados en significados coherentes de las relaciones sociales.La peculiaridad del simbolismo–tal y como Jean Moréas publicó en 1886–consiste en significar lo que está ausente. En Tumisu la connotación se modifica por “lo que va más allá”. Para ello, reviste el pensamiento de la obra de forma sensible, luego la obra no resulta el verdadero objetivo, sino el vehículo para expresar la idea y al mismo tiempo, la subordina a ella. Y, lógicamente, lo que va más allá, lo trascendental, es por principio una categoría del pensamiento religioso, tan inmerso en la obra.
Simbolismo abriendo camino a la abstracción como Sérusier y su cuadro El Talismán. No dejo de pensar en los peces–símbolos del cristianismo–suspendidos de una cuerda posiblemente atada a un techo, que no se ve, como ropa desteñida. ¿Será debido al dicho: en los días sin erre, ni pescado ni mujeres?
Tumisu…relato venido del cielo, hijo del sol o enviado de algún dios. Visitante deseado impreso en cuero fino sin miedo a los sueños; como emplastos y bebedizos, quita los malos humores del cuerpo.
Hace días que pasó la inauguración, pero yo aún sigo en el Centro de CreaciónEscénica, sentado, pateando el aire quieto del verano, pensando y observando Tumisu, con el anhelo de hundirme en sus aguas oscuras. Abajo, abajo, hasta que unas fauces coloridas se abran emitiendo luz a baja temperatura; con la convicción de sentirme como un pez pequeño en una pecera pequeña, en la cual, de alguna manera, entró en aguas abiertas, profundas, y para colmo, un tiburón tigre acaba de enseñarme los dientes.
R. Ibáñez.