¿Y tú qué sabes?

Todo empieza con preguntas, y cuanto más reflexiono, todo se torna complejo. Esto en sí, es un acontecimiento símil al agua de lluvia filtrada por la tierra caliza, con charcos aquí y agujeros aquí y allá intentando retenerla. De ahí el nacimiento de horas tensas de lucha perpetua, de violencia asesina. Cuestiones con respuestas a modo de cenefas decorativas.

            Reconozco mi incapacidad de hallar la manera apropiada de enfrentarme a la denominada “fotografía creativa”, pues más que fotos, veo a un niño grandote y hermosete, hablando atropelladamente y desplegando su inabarcable fantasía reflejada en imágenes.

            Digo imágenes en lugar de fotografías, porque, aunque la herramienta y el lenguaje utilizado es el medio fotográfico, el resultado son imágenes de representaciones mentales gráficas.

            No soy partidario de los collages fotográficos creadores de contrastes inesperados. Colisionan con mis ideas—posiblemente equivocadas, –quizás porque ando vagando de un lado para otro con la disconformidad a cuestas. Quizás porque no puedo entender una fotografía si previamente no comprendo el modo en que concuerdan sus diversos componentes. Ausencia de entendederas.

            No obstante, debo confesar, que durante la emisión mi curiosidad iba aumentando conforme discurría. Las creaciones complejas de Gorka parecían salidas de una intuición casi divina, como Minerva de la cabeza de Júpiter. Esto me hace entrar en una nueva dimensión cuya entidad es diferente a la que practico, y a la par tan cercana.

            El autor, aporta soluciones variadas a inquietudes concretas. En eso consiste la creatividad.

            La libertad de Gorka para pescar dentro de un mar de sensaciones, de conocimientos, posiblemente son el fruto de las interacciones personales con otros individuos que persiguen idéntico objetivo. La emisión de Zoom lo charra. No hay por tanto magia en la creatividad, sino en el estímulo adecuado que de improviso asoma a su mente—o la de cualquiera—como consecuencia de algo que ha visto, leído o escuchado. Un fotógrafo aislado tiene escaso porvenir.

            Evolución, mendigo siempre a tu lado, fastidio del destino.

            Las imágenes me retrotraen a los “tableaux vivant” de Oscar Rejlander y Peach Robinson—1856/1857—los cuales preparaban bocetos a lápiz o carboncillo, luego, montaban la escena para posteriormente capturarla con la cámara. Si no era suficiente el efecto logrado, superponían diversos negativos—hasta treinta y seis en The two ways of life—obteniendo la escena exacta que buscaban.

            Carezco del toque virtuoso de Gorka, de esa especie de mutación biológica capaz de transformar las escamas de los reptiles del Triásico, en plumas de aves planeadoras que, al batir de las alas, vuelan en cielos abiertos donde no susurra el aire, ni los lobos aúllan al viento.

            La sesión en Zoom de Gorka, mantiene sus partes trabajando de manera óptima, en armonía plástica, hablando de innovación, de difusión del conocimiento. Lo que me trae a la cabeza en un flash, que los dioses no han metido las narices en el asunto. Ni tampoco Marvel.

            Soy consciente de que nunca se obtiene una fotografía, digamos “pura”, sino una mezcla de aire fresco de la boca, y aire usado del pulmón; de ahí que la oxigenación no sea la apropiada. No obstante, las fotografías son el producto de largas cadenas de átomos entrelazados, cristalinos y continuos, razón por la que tienen unas características particularmente espumosas, transversales.

            Este discernimiento las diferencia de las imágenes del nicho ecológico del actor. Especie única dentro de su ecosistema, con oficio en su hábitat natural. Relativismo que es más arte que ciencia. No explica mecanismos sociales pues prefiere interpretar significados simbólicos fundidos en formas cognadas de niño soñador; intelectualista evocando los fenómenos del mundo imaginativo que le atrae y le rodea.

            Nadie es capaz de pensar y menos idear una imagen, una obra, siendo ajeno a sus sentimientos. Si se diera el caso, carecería de carga significativa, de formas constructivas, de relaciones, de inconformismo, de fuerza evocando la alegría de vivir. Sería por tanto un producto ligth, vulgar, intentando justificar lo inexistente por medio de la cauterización para conformar una palabrería coherente. No sirve de nada.

            Aquí, contemplé momentos de esplendor gráficos, estrellas futboleras, de esas que perciben en un ratito, emolumentos superiores a los que uno obtendrá en toda su vida laboral y no laboral. Juego juzgando inteligentemente las emociones. No son presa del pánico, de la angustia, ni mucho menos; más se acomodan a vinos abocados, de color tinto o rosado, de alta graduación, que en lugar de ser servidos y bebidos en copas altas y anchas de cristal de Bohemia, se decantan por el vaso de barro del artesano, y en su fondo, como lecho, hierbas y raíces aromáticas reposan. Nuevos, gratos aromas embriagantes, aunque en ocasiones, esas hierbas son vinagre.

            Laico, analfabeto fotográfico, común hominini, estoy más que turbado, y a pesar de haber sobrevivido a Donosti, todavía no he pasado por la facultad de fotografía

R.Ibáñez.