
LA CANCIÓN DEL BISONTE
La tarde se vistió de otoño para recibir la presentación del foto-libro Attack-Crash-Heart de José Badás en el MUSI de Langreo.
Con pantalón negro y polo crema, estilizado. De pelo fino, rubio y ralo, con más perilla que barba, navegaba el autor.
No lo conocí hasta ese instante, y tuve la impresión de que se asemejaba a esa mujer de luto sumida en sus oraciones ante el respaldo de un banco de la iglesia de turno, con la vista clavada en un Jesús de madera, y al finalizar el rezo, su rostro tiene la expresión de quien acaba de despertar, para de seguido, adquirir la inefable melancolía de todo cuanto vive.
La obra, con guiños simbólicos, abstractos, amasados en tiras de tebeos, sin moralina ni moraleja, gira a ritmo concreto en torno a un drama personal; momentos de oscuridad, tierras en peligro, sentimientos que atormentan, pesquisas en el tiempo, olores de madreselva al atardecer.
Cuando comencé a escuchar la planificada pormenorización de los estados físicos y mentales por los que atravesó el autor, relacionándolos con objetos observados en las calles, plasmados posteriormente en obra fotográfica, quise levantarme y salir del lugar a toda pastilla.
El relato me trajo a la mente dolorosos recuerdos, fragilidad, amargura. Era como estar en un falso llano donde decanta el agua tras la tormenta, hirviendo en siesta, entre efervescencia de charcos y aire de vendedor de trapos que avanza día a día achinando los ojos, como a tientas. No podía con ello pues era como caminar con la seguridad de un sonámbulo.
Pero la casualidad hizo que entre mis manos reposara el foto-libro por la última fotografía: un desnudo lateral del autor con su mujer, abrazados, transformando la pena en deleite como quien tañe una guitarra.
¡Qué curioso me resulta el apelativo foto-libro! Opuesto al propio nombre: libro. ¿Será por aquello de la cuestión comercial?
Las personas tendemos a ser ambiguas y ambivalentes con respecto a nuestros pensamientos y emociones, aunque de cuando en cuando, alguien tiene la comprensión consciente de cómo es su mundo, e inflamándose de interés y pasión es capaz de reflejar enorme riqueza y complejidad. Así, el significado se encuentra en la proyección sobre la obra de las emociones vividas por José Badás, el cual no confunde la luna con el dedo que apunta a ella.
Descripciones abstractas ilustrando experiencias reales. Como verse en un océano retomando una existencia anterior de nómada, compartiendo los trabajos y las frugales comidas con un puñado de marineros lanzados a la aventura en un barco clandestino, durmiendo sobre el puente de mando, arropado por la benefactora intimidad del mar.
Llevándote de la mano, la obra trata de describir, de comprender, de qué modo el autor ha ido superando sus miedos y contradicciones.
No obstante, la obra resulta arriesgada a nivel formal por su tendencia al simbolismo abstracto, al cual se aliñan tiras a modo de comic en espacios irreales de sombra y luz. En lo ideológico se posiciona en medio del fragor de la batalla para revelar la implicación con los objetos fotografiados.
Attack-Crash-Heart se debe leer como estimaciones de un interés especial, pues representa un todo desde diversas perspectivas con idéntica carga significativa. Esto no anula el criterio del observador–a pesar del dirigismo del autor—para tener libertad de escoger, de manera que las respuestas sean variadas.
A mí nunca me apeteció pasear al lado de Baroja o de Berger por los intrincados parajes del holismo y los ritos de paso.
Siempre me ha interesado saber cómo se establece una idea—aunque en la de José Badás sufrí al principio—cómo se desarrolla, cómo ha funcionado, por qué funciona o no así. Es decir, la evolución de las posibilidades del conocimiento, un acercamiento lo más creciente posible al autor—aguantó sin demasiados aspavientos las preguntas que le formulé—y su obra.
Esto no significa que un dios me encienda la mente y luego ésta se ponga a funcionar de manera autónoma, no. Se debe preguntar—cómo—prescindiendo de toda mirada analítica previa. Aquí no me encontré con respuestas simples, manidas, ni con datos vulgares, aislados, intentando justificar lo inexistente por medio de la cauterización para formar una palabrería coherente, no. Topé con detalladas imágenes, espléndidas gracias significativas creando nuevos criterios.
Desde un lugar inhóspito, deshabitado, donde los árboles no desean arraigar y el frío cortante azota las calles de la ciudad, se pasa a la casa del brujo, donde se encuentra de todo, ojos de cristal, pociones encantadas, de amores imposibles, aves extrañas, brumas de melancolía, compresas para partos clandestinos, sueños imprevisibles…
Intimismo que me hizo ser consciente de mi propia pequeñez
R.Ibáñez