En el corazón de Pe a Pa

 

            Hace escasos días, fui invitado a un coloquio-proyección fotográfica de la asociación Photoluz. El convidado y por ende actor primordial, no era otro que el Sheriff del condado de Langreo—Lujó—el cual nos presentó un compendio de su obra estratigrafiada denominada de Pe a Pa. Una evolución.

            El fotógrafo Pío Cabanillas, a modo de introducción, narró de manera extensa, casi pormenorizada, los premios fotográficos obtenidos por Lujó, así como los diversos cargos que actualmente ejerce en diferentes asociaciones de fotografía, y, por el medio, a la par que introducía alguna cuña de sus dudas sobre clasificar a los fotógrafos en corrientes fotográficas, alabó el tema fotográfico que íbamos a visionar.

            Concluida la introducción, no se oía ruido alguno por entre los cuadraditos del ordenador, como si estuvieran aislados del mundo mientras digerían el curriculum vitae del actor, o bien se sintieron atletas corriendo en un estadio de atletismo, pero por la pista exterior, donde se recorre un mayor camino y se avanza más despacio. ¿Quién sabe?

            Discurrió la emisión fotográfica dividida en porciones de quesitos de “la vache qui rit”, previos carteles indicadores de la intencionalidad del autor, y de seguido, largos comentarios del mismo explicando el por qué de su obra. El autor te llevaba de la mano como quien lleva a un niño al cole.

            ¿Con el formato desarrollado entre pausas y explicaciones, se iban a dar cuenta los cuadraditos de la evolución de Pe a Pa? ¿No se les abría coartado la capacidad de construir y deconstruir el significado del tema general? ¿Se quedarían solo con aquella parte que les gustase en lugar de la fusión?

            Esto me trajo a la memoria, las fuertes lluvias que padecí en los años ochenta en Donostia, las cuales provocaron el desbordamiento del río Urumea anegando una parte de la ciudad.

            Suele darnos la impresión, de que los procesos que acaecen en la creación fotográfica son todos iguales. Pero esa es una apariencia engañosa. No son iguales pues poseen vida propia. Unos nacen, otros mueren, otros surgen para convertirse en polvo, y otros, tras un ciclo de desarrollo son lanzados a lo desconocido, y enriquecidos por miradas profundas revelan imágenes o temas brillando con claridad cual poderosos brazos.

            En la obra de Lujó, los fragmentos emotivos se alimentan de la pintura: líneas, composición, luz…, creando nuevos esquemas y enigmas personales en el lenguaje visual. Todo está en permanente cambio, avanzando desde un punto anterior para asimilar lo que le sucede y siente para encontrarse a sí mismo.

            Puede que a algunos pipiolos la mirada particular del invitado les infunda poca confianza, e incluso crean que no está capacitado para la obtención de expectación y curiosidad. Vamos que sus fotos son el cementerio del espacio sideral. Pero ese es el argumento de quienes se aíslan en su entorno cómodo, manteniendo todo a distancia. Este disentir no tiene en cuenta que, ante el barrunto de cuestiones innumerables, el fotógrafo evoluciona dando respuestas a las cambiantes realidades de sus sensaciones internas.

            En las fotografías de Lujó no tienen cabida figuras portando trajes oscuros con rostros pesados, hundidos en bosques profundos donde la luz del sol escasea. No son lugares moribundos, sin nadie a quien acudir. Son fotografías burbujeando misteriosamente en el espíritu de la curiosidad, de la aventura—no, no de la fotografía de viaje de turistón—y de la marmita mágica de Obelix.

            Fui testigo del paralaje en sus fotografías, ese desplazamiento hacia lugares distantes entre sí, que se miden y comparan para ubicarse correctamente en el espacio-tiempo, e intenté captar lo que a continuación se iba a desencadenar. Quizás una ruta explorativa donde el incipiente amanecer le hiciera volar hasta el lugar de sus anhelos íntimos: gusto, expresión, creatividad. O, quizás, al igual que la diosa Venus, trata de reflejar la belleza de las formas, ese objeto de deseo de todo fotógrafo; pero Venus como planeta es un lugar muy caliente y nada seductor.

            Dicen que la nebulosa de Orión es la más bella de todas las nebulosas. No lo sé. Sí sé, que presencié un código único de colores de luz sugiriendo lugares mágicos en mundos lejanos. Si sé que la naturalidad expuesta nada tiene que envidiar a las pinturas de las cuevas neolíticas. Y también sé, que lo presenciado no es una única y gigantesca sala de parto, pues el reloj de la creación y expresión sigue su curso, tic tac, tic tac, tic tac.

            De Pe a Pa, es de esas series que nos ayuda a orientar la mirada para que alcancemos nuevos modos de ver y actuar, que nos muestran la capacidad de enfrentarse a lo que no es evidente. Pero particularmente pienso que lo interesante e importante del tema visionado, es la transmisión de la curiosidad para profundizar en nuestros propios miedos. Eso es lo que hace grande a un fotógrafo.

            La tarde se acaba y las arrugas de mi frente se acentúan.

R.Ibáñez